El estado en que se sienten algunas personas está muy bien expresado en una frase que alguien pintó en un muro: “TRATO DE ABRIR TODAS LAS PUERTAS CON LA ESPERANZA DE QUE EN UNA DE ELLAS PUEDA SALIR”. Esas palabras sintetizan muy bien una desagradable sensación de cautiverio y la búsqueda de libertad.
En su momento el genial humorista argentino Joaquín Lavado que firmaba con el seudónimo de “Quino”, puso en boca de su inolvidable personaje Mafalda una frase parecida: “PAREN EL MUNDO QUE ME QUIERO BAJAR”. De distinta forma unos cuantos pensadores han transmitido la misma idea respecto a la necesidad de escapar de la locura colectiva en la que parece estar la humanidad, locura que no es nueva pero que se ha ido renovando para mantenerse vigente.
Es inexplicable que haya hambre y pobreza en un planeta con recursos suficientes como para que todos vivamos bien. Es absurdo el proceso de destrucción ambiental que está por llevar a este hermoso punto del universo al límite de su resistencia. La lista de aberraciones es extensa y bastante reconocida, pese a lo cual impera una resignación ampliamente extendida. ¿A qué se debe esa adaptación pasiva tan funcional al poder hegemónico?
Una de las razones es la ignorancia a la que se refirió Bertold Brecht, aquel formidable escritor alemán que dijo: “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del calzado y de los medicamentos, depende de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”
Otro destacado pensador llamado Martin Luther King, quien trató de despertar la conciencia de sus contemporáneos estadounidenses en los años 60 del siglo pasado, coincidió en el diagnóstico cuando dijo: «Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos». Esa indiferencia es fruto en gran medida de creer que por algo las cosas son como son, que la injusticia y el abuso siempre han existido y siempre existirán, porque son parte de la idiosincrasia humana. ¿Para qué perder tiempo en intentar cambiar el orden natural de las cosas?
Ese argumento, no dicho explícitamente, pero si hábilmente insinuado, funciona como contención a la rebeldía, mientras un monstruoso aparato publicitario promueve la satisfacción egoísta del deseo personal como objetivo de nuestra existencia: sé feliz, tú puedes, compra, adquiere, posee, obtiene, esfuérzate y conseguirás lo que deseas. Así, millones de personas aceptan competir en el mercado de trabajo por dinero para consumir, lo que les resta energía e interés en cuestionar las normas impuestas por un sistema que los tiene atrapados.
Analfabetismo político, indiferencia social, egoísmo y espíritu de competencia: cuatro razones por las que muchos no buscan la puerta de salida ni piden que pare el mundo para bajarse de él. Los humanistas creemos que es posible organizar la sociedad en base a otros paradigmas, por eso promovemos un modo de pensar y de vivir completamente diferente.
En la medida que más personas comprendan que otro modelo no solo es posible sino absolutamente necesario, aumentará el número de los que busquen la puerta de salida y los que traten de bajarse de este mundo.
Aníbal Terán Castromán
Vocería del Partido Humanista, integrante de Unidad Popular
Treinta y Tres, enero 2020
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