En los últimos días hemos asistido al replanteo de una vieja discusión sobre el acto solemne que se cumple cada 19 de junio en los centros educativos donde escolares prometen y liceales juran fidelidad a la bandera nacional. Consideramos que es muy saludable reavivar este debate.

La división del planeta en territorios delimitados por fronteras responde a una concepción que deberíamos revisar. Muy distinto sería todo sin la fragmentación que observamos en los mapas. Desde luego que la diversidad cultural es deseable, pero no requiere ni depende de un ordenamiento territorial como el que tenemos, con estados que ejercen soberanía sobre porciones de tierra. En síntesis, el humanismo apunta a relativizar la importancia de las fronteras y los símbolos nacionales que las representan. Ello no significa desconocer las diferencias culturales y tradicionales que naturalmente hay entre los pueblos. Significa promover la integración y el intercambio sin obstáculos nacionalistas.

Parece bastante evidente que en los actos patrióticos, los emblemas nacionales se transforman casi en objetos de culto. El ritual que los pone en el centro de la atención, está inspirado en una devoción y reverencia cuasi religiosa. Los compromisos de los que hablan la promesa y el juramente respectivo, los colocan en un sitial superior, y son además impuestos a niños que no pueden asumirlos. Quienes dicen que el lenguaje utilizado en su lectura es simple retórica y no debe tomarse literalmente, asumen como aceptable que hay cosas que se dicen solo porque suenan bien aunque no haya intención de cumplirlas. No creemos que ese sea una buena pauta educativa para la formación de ciudadanos confiables.

En el caso de Uruguay se suma la incongruencia de mezclar la figura de Artigas con una bandera que él nunca reconoció ni sintió como suya. La historia es demasiado clara al respecto. Para recodar a Artigas debería hablarse de su proyecto federalista que está muy lejos de la fundación del estado que se creó a sus espaldas en 1830 y que adoptara el símbolo nacional que todos conocemos. Exaltar la bandera nacional uruguaya en un acto que homenajea a José Artigas es una enorme contradicción. Juntar la bandera de Artigas con la de los Treinta y Tres y con el pabellón nacional, contribuye a una confusión histórica que ya es hora de corregir.

Creemos que para trasmitir valores republicanos y formar ciudadanos comprometidos con su comunidad, no hace falta esa especie de liturgia que se practica en la ceremonia del 19 de junio. El estilo militar que se observa en sus formalidades tampoco es necesario. Sí en cambio, es absolutamente imprescindible recuperar la verdad histórica acerca de Artigas y su total desvinculación con el origen del estado uruguayo. ¿Deberíamos también revisar lo que dice el himno nacional y demás canciones patrióticas? ¿Deberíamos reconsiderar el lugar que le da la historia oficial a ciertos personajes que traicionaron a Artigas pero son venerados como héroes? ¿Hasta cuando vamos a permitir la injusticia de condenar al olvido a ilustres personajes del período artiguista que son deliberadamente ignorados? Estas también nos parecen preguntas pertinentes.

Por varias razones entonces, los humanistas saludamos esta discusión replanteada por un colectivo de docentes de Montevideo, e invitamos a todos los ciudadanos a informarse y reflexionar al respecto.

Aníbal Terán Castromán
Vocería del Partido Humanista
092 916 334, ateran@adinet.com.uy

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